Es curioso que uno tienda a sentirse más cómodo con la noción
del hombre hobbesiana y sentirse extrañado con la rousseauniana; pareciera que
en considerar al hombre como lobo del hombre uno exaltara no la maldad sino la
bondad de cada particular que puede escapar a dicha condición primigenia y en
tanto escapa logra autoafirmar su acción buena como una ruptura a su naturaleza,
por lo tanto es un desafío y una exclamación enfática. Mientras que decir que
hay una especie de bondad y timidez natural solo exalta y agrava el peso del
acto perverso, te evidencia como corroído y corrompido; y es más difícil aceptar
naturalizar aquella maldad entrañada en la constitución social pues revela el
peso de la propia culpa humana. A la larga aterra más decir que el hombre es
bueno por naturaleza que señalar lo contrario.
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